Para los fifís, no fifís, obreros, dueños, empresarios grandes, medianos o pequeños, maestros, doctores, estudiantes, campesinos, mamás, papás, abuelitos, abuelitas, ricos, no tan ricos, pobres y no tan pobres.
No es una carta redactada por los llamados “conservadores”, ni de algún político o partido; solo la expresión del sentimiento de muchos mexicanos.
Esta carta va para todos nosotros.
Estamos viviendo un reto enorme y seguramente el más grande de nuestro país en su historia moderna.
Por primera vez, todos los eslabones de la cadena hicieron alto. Paró la planta, la oficina, la industria, el edificio en construcción; el dueño, el empleado, el obrero, el albañil, el maestro; el dinero que fluía al supermercado o a la tienda de la colonia, al pago de la renta, a la colegiatura, al gasto de la luz, del gas, del platillo caro, del taco de la esquina, del sueldo del chofer, del camión. Todo.
Hoy nos piden esperar, tener paciencia y apoyarnos.
Como sociedad lo estamos haciendo todos, sin importar si tenemos nada, poco o mucho; cada uno está cumpliendo su rol de soldado en su respectiva trinchera, desde que se levanta hasta que se acuesta.
Hoy como sociedad hay buena voluntad y hermandad para sacar esto adelante. Se nota la solidaridad de toda la cadena productiva: cómo sacan dinero del cochinito para estirar los dineros; para no correr a nadie de ser posible; a pedir la comprensión de los colaboradores; a solicitar descuentos, prórrogas y créditos.
Por otro lado, me provoca tristeza y frustración ver a un líder de país que amarra navajas, habla de dos bandos —los buenos y los malos, los ricos y los pobres—, en lugar de exaltar la unidad, el sentimiento de estar todos juntos, de que todos nos necesitamos, seamos empresarios o empleados.
No espero como mexicano un liderazgo de presidente que resuelva, pero sí que unifique, que tenga una visión en pro de la economía; que agradezca, facilite y no estorbe.
A los jóvenes tampoco quiero que los engañen, que les digan que el Estado es el que crea empleos y riqueza; que es experto en construir aeropuertos; que todo se resuelve con abrazos y con la limosna del gobierno a unos cuantos; que les vendan como moderno el discurso de los años 70: la narrativa de ricos contra pobres, el petróleo como el futuro y un Estado todólogo que menosprecia al empresariado y la inversión extranjera.
La riqueza de un país y, por tanto, los impuestos que este recaba se crean en una cadena: en el empresario que se arriesga, invierte, contrata gente y paga; esa gente lleva dinero al hogar; ese hogar reparte su gasto; ese gasto genera dinero para todos; ese dinero genera paz en las familias.
El gobierno no genera negocio o riqueza; administra lo que recauda. Cada uno de nosotros —ya sea desde la empresa o changarro, o bien desde nuestra labor como empleados u obreros— somos quienes aportamos el valor con nuestro sudor diario.
No creamos todo lo que nos dicen. No creamos en la magia, en la generación de empleos por gasto público o en la figura del salvador. Creamos en la sociedad, en hacer un país rico, en fortalecer la cadena, en apoyarnos entre quienes salimos a ganarnos el pan cada día. No creamos en personas que solo han vivido del gobierno, que no saben lo que es generar un empleo directo, pagar impuestos, honrar compromisos o asumir un riesgo.
A continuación expondré dos discursos y ya me dirán los lectores a cuál nos parecemos y cuál debería ser un modelo a seguir.
Los años 70:
- Primero los pobres.
- Yo soy el salvador.
- Los fifís y los empresarios son malos.
- Yo les daré empleos.
- Les mandaré dinero a sus casas, aún sin trabajar.
- Yo generaré empleos; malpagados, pero empleos.
- No a la inversión extranjera; solos podemos.
- Cero corrupción.
- Sueldos bajos a los funcionarios públicos, sin importar si saben o si son expertos en sus áreas.
- Sí a las industrias del pasado; sí al petróleo en manos del gobierno.
- Invierto en aeropuerto, Tren Maya y refinería porque lo digo yo.
- Educación mediocre por el Estado, pero educación.
- Conferencias de prensa con funcionarios diciendo sí a todo.
El año 2020:
- Primero la economía y los negocios. Hay distribución si hay riqueza y no pobreza.
- Yo soy un facilitador y conector, no un salvador.
- No hay fifís; todos somos parte de un motor de país.
- Yo no les daré empleos; serán los empresarios, nacionales y extranjeros, por lo que debemos apoyarlos.
- El gobierno no manda dinero a las casas; más bien incentiva la economía para generar riqueza, que es la que genera impuestos y estos, a su vez, son los que llegan como servicios a nuestros hogares y familias.
- El gobierno no es experto en negocios, sino en gobernar; que los empleos los generen los privados.
- Facilitar inversiones mexicanas y extranjeras que ayuden a crear riqueza en el país.
- Cero corrupción.
- Sueldos competitivos a puestos de nivel para tener funcionarios con la calidad y la preparación necesarias.
- Sí a las energías del futuro, a la sustentabilidad, a impulsar estas industrias; todo lo renovable, bienvenido y con las puertas abiertas.
- No urge hoy el aeropuerto, el tren o la refinería; urge reactivar la planta productiva y ese dinero se destinará a echar a andar de nuevo la maquinaria económica.
- Generemos mejor talento, gran talento, de calidad mundial. Todo el apoyo a preparación y capacitación, universidades, escuelas privadas y públicas, nacionales y extranjeras.
- Reuniones y conferencias de prensa con empresarios e inversionistas en las que haya consensos productivos.
Que no nos dividan, que no nos engañen. No creamos que todo el que gane un peso más es fifí y el que gane uno menos es pobre.
Un país rico es aquel en que la gente sale a las calles a convivir sin distingos de quién tiene dinero y quién no; donde hay seguridad, salud, certeza jurídica y buen clima para las inversiones; donde hay innovación y tecnología al servicio del colectivo; donde no hay divisiones y cada eslabón cumple con su trabajo en la cadena.
Seamos un país rico, uno mucho mejor para nuestros hijos, y no dejemos que una persona nos arrebate esta oportunidad por ego, cerrazón, sordera o necedad. Hoy, más que nunca, las circunstancias del país nos lo exigen y vamos a lograrlo sin duda si empezamos por no quedarnos callados.
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