Nuestra obsesión del siglo anterior por privilegiar la mancha urbana expandida y el uso del vehículo debe irse diluyendo ante las nuevas tendencias de desarrollo de las ciudades hacia lo verde, saludable, inteligente, tecnológico y sociable; espacios donde pueda transcurrir la vida generando experiencias agradables en el colectivo.
Estamos atravesando tiempos de distancia social y aislamiento. Por fortuna esto no será eterno. Veamos lo positivo que nos ha dejado este reto:
- Nos ha forzado a implementar tecnologías y prácticas cuya adopción en la vida diaria anterior no era tan acelerada, como el uso de aplicaciones para compra de bienes y servicios que generan una reducción de traslados y circulación.
- La disminución en el uso de papelería —al vernos en la necesidad de reducir el contacto con objetos—, propiciando el uso de documentos electrónicos, boletos y tickets.
- Una baja en la cantidad de viajes y traslados para reuniones donde la presencia física se consideraba esencial; ahora es común el uso de herramientas de videoconferencia que además producen ahorros en viáticos a las empresas.
- A raíz del punto anterior, se reduce la cantidad de vuelos, lo que le da un respiro al medio ambiente.
Una vez pasada la contingencia sería muy inteligente y sano conservar algunos aspectos de los anteriores, con la moderación que permita el ritmo y estilo de vida.
La ciudad caminable y el distrito con todo a 15 minutos son conceptos que se retoman y cobran fuerza no solo por la pandemia, sino ante la necesidad de generar centros urbanos que reduzcan la huella de carbón y emisiones al desplazarnos. Algunas veces se cruza toda una ciudad solo para ir a determinado comercio, negocio, centro educativo u hospital, lo que suma estrés colectivo, pérdida de tiempo en traslados y polución.
Las smart cities cobran protagonismo al fomentar el uso de energías renovables, así como tecnologías de información y comunicación para generar bienestar; edificios domóticos que no solo respetan al medio ambiente sino que contribuyen a tener a la ciudad conectada e informada.
Ciudades como ejercicio de ingeniería social
El trazo, ubicación de servicios, esparcimiento, habitación, áreas verdes y rutas contribuyen a generar una trama social que puede prosperar y mejorar, como un tejido del cuerpo humano que puede regenerarse por sí mismo aunque en ocasiones requiere ayuda externa como los planes urbanos y de ordenamiento territorial.
En muchas ciudades se está ingeniando la manera de propiciar el uso del transporte público eficiente y limpio, y beneficiar tanto a usuarios como desarrolladores con cambios atractivos en normatividad y lineamientos para densificar zonas que por algún motivo se fueron abandonando.
Bien administrada y planeada, la densificación puede ayudar a la eficiencia de la infraestructura, ahorro de recursos y mejora en recolección de desechos, aportando a la calidad de vida. Por otro lado, si no se atiende y ordena este aspecto, se pueden generar ciudades desconectadas y con tendencia a la inseguridad y creación de segregación social y geográfica.
Según la OCDE, si no se hace algo de fondo, para 2050 tendremos daños irreversibles a la naturaleza, lo cual podría deteriorar definitivamente nuestra calidad de vida o, en un caso extremo, acelerar el reloj de nuestro autoexterminio.
Se estima que para ese entonces seamos 9 mil millones de habitantes y 9 de cada 10 personas vivan en zona urbana. En este siglo XXI las urbes ya aportan más del 80% del PIB mundial y no se estima que esto retroceda.
En conclusión, es prioritario reaccionar como sociedad y gobierno, aportando y sumando a la mejora de nuestro hogar colectivo: la ciudad.
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